jueves, septiembre 14, 2006

¡En Cúcuta está todo por hacerse! ¡Aquí hay espacio para todos y para todo!


Un buen día de aquellos en los que me he puesto a pensar en mi futuro y en los caminos que considero los más apropiados para poder llevar una vida al mismo tiempo feliz y exitosa, logré darme cuenta de cual es ese sentimiento que siempre me ha molestado y que en mi cabeza no he podido resolver: no he logrado llegar a convencerme de que Cúcuta sea el lugar que me permitirá alcanzar lo que anhelo.
Es una gran tristeza. Nací y crecí tan feliz como es posible para cualquier niño y adolescente de cualquier lugar del mundo en esta ciudad, pero cuando llegó el momento de empezar a trabajar por ser independiente y exitoso, como muchos de mis amigos, sino todos, me fui a estudiar a Bogotá, la capital del país, sede de las mejores universidades, de las grandes empresas, de los círculos de poder del país, de la más amplia actividad cultural, de los proyectos más prometedores; de todo aquello que Cúcuta, en mi parecer del momento, no ofrecía. Y ahora que ya he terminado la universidad, que más o menos sé que me gustaría hacer con mi vida profesional, todavía tengo miedo a la idea de que Cúcuta no sea el lugar en el cual pueda vivir feliz. Me parece que la ciudad carece de casi todo lo que me gustaría tener a mí alrededor. ¿Qué se supone que deba hacer entonces? Como dice una canción que ya considero un clásico: me siento "a little out of touch, a little insane".
¿Quién diablos en Cúcuta, distinto a mi cerrado círculo de amigos, llegaría a citar una frase tan rebuscada como la anterior mientras trata de poner en un papel algunos sentimientos encontrados hacia la ciudad? ¿No estaré entonces, como dicen por ahí, un poco MFP (meando fuera del pote) al considerar la posibilidad de ir a buscar la felicidad en Cúcuta con todo lo que esto implica? Afortunadamente tengo la habilidad de encontrar los argumentos necesarios, de donde muchos creen que no los hay, para dar a mi espíritu la calma que muchas veces se ve perturbada por la terquedad de mi carácter. Y creo que en este sentido deben dirigirse los esfuerzos de cualquier cucuteño comprometido con la idea de convertir a su ciudad en el lugar adecuado para vivir una vida feliz. La calma puede encontrarse en una frase tan repetida que en ocasiones parece ridículo recordarla, pues de alguna forma ha perdido su fuerza: ¡En Cúcuta está todo por hacerse! ¡Aquí hay espacio para todos y para todo! Cualquiera puede pensar entonces: ¿Será suficiente para ser feliz la posibilidad de trabajar por lo que sueño mientras todas las otras cosas que necesito y que no dependen de mí continúan sin hacerse? Aquí está el gran detalle. Nadie puede ser feliz sólo, salvo muy pocas excepciones. De modo que todo proyecto que se quiera emprender debe acompañarse de una amplia publicidad, no dirigida al resto del país o del mundo, sino dirigida a los cucuteños que como yo pueden tomar la decisión de trabajar por alcanzar sus metas en lugares donde las condiciones ya estén dadas. Cúcuta debe esforzarse por motivar a los suyos, de modo que sean muchos los proyectos que se pongan en marcha y que, en el futuro, vayan llenando los vacíos que se nos presentan como barreras que exigen sacrificar nuestros anhelos de gloria o satisfacción personal para ayudar a la ciudad.
Estas son las razones que me he venido dando a mí mismo y cada vez me convenzo más de ellas. Quiero volver a Cúcuta porque allí puedo ser feliz. Creo que una actitud como la que acá describo puede arrastrar conmigo a más de un buen amigo, a más de una futura persona de éxito. Mientras más a gusto nos sintamos con la ciudad, ésta puede ir dejando atrás aquellas tristes épocas de levedad que un buen amigo resaltaba hace poco en un artículo.

El Faro
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