viernes, octubre 20, 2006

El Parque de los Pájaros

PARQUE. (Del francés parc).
1. m. Terreno destinado en el interior de una población a prados, jardines y arbolado para recreo y ornato.
2. m. Terreno o sitio cercado y con plantas, para caza o para recreo, generalmente inmediato a un palacio o a una población.
www.rae.es

Desde que llegué al mundo hace veinticuatro años he visitado permanentemente Cúcuta, la ciudad natal de mi madre, al menos durante final de año. Mis últimas vacaciones, que tomaron lugar entre diciembre de 2005 y enero de 2006, fueron muy fructíferas y divertidas. De éstas me quedó una anécdota urbana de “La Perla del Norte” que comparto con ustedes.

Con el paso del tiempo he adoptado hábitos y comportamientos más cívicos y sanos que en la adolescencia. Esto, como consecuencia del ejemplo de mi padre, influencia directa en el diseño de mi carácter y, por supuesto, convicción personal. Este hecho cobró especial importancia en mi vida a través de las múltiples vacaciones aprovechadas en Cúcuta, pues durante algunos años observé con angustia que los planes para desarrollar en la ciudad se encontraban cada vez más limitados; mejor dicho, que no había nada que hacer. Claro, ésta fue mi primera impresión ante el aburrimiento causado por los vicios, la falta de estado físico, y falta de voluntad para organizar y planear tiempo libre prolongado, como en el caso de unas vacaciones cualesquiera.

Haciendo un balance general, muchas veces desaproveché el tiempo de esparcimiento que tuve en vacaciones, situación de la que no me arrepiento en la medida en que trabajé para corregirla y de la cual me quedan recuerdos especiales que hacen parte de lo que ahora soy. No obstante, hubo veces en las que aproveché el tiempo libre conociendo, aportando, ejercitándome, etc. (Por ejemplo: El paseo en bicicleta a la Garita; Juegos de microfútbol en el Club Tennis; Visitas constantes a fincas; Época de patines en línea; Visita a la Bolera de Villa del Rosario.) Debo resaltar el deporte en general, el cual, en mi opinión, debe ser el común denominador de los ciudadanos en tiempo libre, no la rumba. Hoy en día sé con alguna propiedad que con algo de planeación y disposición, se pueden pasar unas vacaciones muy agradables.

Durante las vacaciones pasadas hice un poco de todo. Visité Chinácota e Iscalá; recorrí el centro a pie varias veces; hice ejercicio constante en el parque Sayago; caminé desde el barrio Bellavista hasta el barrio la Riviera y observé detalladamente la escultura del padre Rafael García-Herreros; fui a trotar al Parque Recreacional San Rafael por iniciativa de mi primo; entre muchas otras cosas. Por supuesto cabe resaltar los festejos propios de esa época del año, por ejemplo el recorrido en chiva por la ciudad con la familia el 22 de diciembre. Pero de todas las actividades realizadas, quiero resaltar mi vista al “parque de los pájaros”.

Sin recordar la hora o fecha exacta, andaba por ahí y me encontré con un familiar el cual caminaba por la ciudad esa tarde. Yo estaba tratando de concretar algo con una chica de la ciudad muy linda a través de planes certeros para hacer en Cúcuta, cuando el mencionado familiar me preguntó si conocía el parque de los pájaros, con un tono de recomendación. Mi curiosidad aumentó pues sabía que, en una tarde cucuteña, dar una vuelta por un parque desconocido, pero recomendado, podía ser lo que estaba buscando. Me dediqué a buscar el dichoso parque de los pájaros. Algunos sabían a cual me refería mientras les preguntaba. Muchos no tenían ni idea. Finalmente me fui de explorador y me encontré con un lugar muy hermoso, muy cerca de donde había crecido, o de donde habían crecido mis cercanos cucuteños.

¿Cómo es posible que durante estos 24 años de visitar la ciudad no había descubierto el parque de los pájaros?
(El “Parque de los Pájaros” se extiende a lo ancho, desde el andén de la Avenida Libertadores hasta el borde del río Pamplonita, y a lo largo, desde el Restaurante “Rodizio” en el Malecón, hasta el puente Elías M Soto.
Entre los hermosos caminos y vegetación, la cual va de húmeda a desértica, alguna vez hubo una exhibición permanente de pájaros. Actualmente no hay ninguno, pero según los comentarios de quienes lo conocieron, era bello.)

Desde el día en que conocí el parque, lo que quedó de las vacaciones de año nuevo y los 4 días de semana santa de 2006, lo he visitado en muchas oportunidades. Es un lugar especial. Hay un potencial olvidado allí por la administración municipal y, por supuesto, por los ciudadanos, o por lo menos me da la impresión.

Me encantaría iniciar una gestión en la cual se desarrolle el parque. Que se adecue, que se cuide y más importante, que se aproveche. La experiencia adquirida a raíz de haber hecho uso adecuado e inadecuado de parques en el pasado, me permiten concluir que en cualquier parte, estos terrenos disponibles al ciudadano le representan un aspecto positivo en su ámbito personal y para su comunidad, por cuanto frente al uso y desarrollo de un parque, se involucran conceptos claves de la vida en sociedad como valores y derechos que son de común conocimiento, pero que no son puestos en práctica.

Considero, debemos conocerlo y hasta que algo suceda con él, tenerlo en cuenta, al menos para una caminada semanal por allí.

ElFaro(elfaro.blog@gmail.com).

lunes, octubre 02, 2006

La ciudad de lo efímero.


Desde tiempos remotos, nuestra ciudad se ha caracterizado por la brevedad en la duración de las cosas: restaurantes, almacenes y bares, han llegado a la ciudad entre bombos y platillos para desaparecer en ella o caer en el olvido. La razón por la que esto sucede es compleja, pero se puede considerar la falta de compromiso de nuestro pueblo como uno de los principales motivos. El cucuteño disfruta de la novedad desbordadamente, pero una vez el tiempo pasa, parece como si con él se fuera la iniciativa y la verraquera de todos. Es un fenómeno raro y odioso, pero innegable.

La ubicación geográfica puede ser en parte responsable de que esto suceda, debido a que la economía de la ciudad es muy sensible a los altibajos circunstanciales. Sin embargo, si se analizan con cuidado casos concretos, se puede ver que las razones no son tan sencillas. ¿Cuántos locales de la ciudad se han usado siempre para la misma actividad (sitios de rumba especialmente), pero se han visto en la obligación de cambiar el nombre y algunas veces hasta de dueño para no caer en el olvido? Este fenómeno nos demuestra que el cucuteño es “gomoso”, como se diría vulgarmente, que lo que le importa es la novedad y no la calidad, que en la ciudad todo lo nuevo se vende; en pocas palabras, que somos fáciles de embobar.

Es importante, para poder surgir como ciudad, que se cree un proyecto a largo plazo. Es increíble ver como todo llega a la ciudad y desaparece con el transcurrir de un par de días como si nunca hubiera existido. El mejor ejemplo es nuestro bienamado Cúcuta Deportivo, actualmente uno de los primeros equipos profesionales de Colombia, que estuvo en la B por casi una década durante la cual se contempló la posibilidad de cambiar de sede y hasta se creyó que iba a acabar el equipo debido a las vergonzosas asistencias al General Santander; si esto sucede con algo con lo que la gente está relativamente comprometida, ni pensar en lo que puede pasar con otras cosas.

Escribo acerca de este tema a manera de reto para que no permitamos que nuestros sueños no se cumplan por culpa de ese fenómeno que parece acabar con todo en Cúcuta. Es importante que los cucuteños tengamos un poco más de iniciativa y de voluntad, y que no dejemos que este deseo de hacer algo por la ciudad se caiga, y termine haciendo parte de la larga lista de proyectos que sólo figuran en la memoria de nuestros coterráneos.

El Faro.