viernes, noviembre 17, 2006

Sin diálogo no hay acción que valga

¿Qué significa hacer algo concreto por nuestra región? Creo que esta es una pregunta de gran relevancia para quienes, por un lado, nos pusimos en la tarea de crear este blog, así como para todos aquellos que nos han leído y han contribuido con sus comentarios. Cualquier persona que se tome la molestia de repasar los comentarios que hasta el momento se han hecho a nuestros artículos, puede darse cuenta de una opinión que se hace recurrente, la cual quiero resumir de la siguiente manera: “Muchachos, dejen a un lado tanta carreta. Cojan sus cosas, devuélvanse ya para Cúcuta y demuestren su compromiso con algo concreto”.

Me atrevería a decir que esta forma de ver las cosas no hace carrera únicamente entre los comentaristas de nuestro blog, sino que por el contrario, es una opinión bastante generalizada en la región. ¿Cuáles son las razones por las cuales los nortesantandereanos tenemos en tan poca estima el diálogo y la discusión? No sabría decirlo. Es posible que después de muchos años de hablar y hablar no se haya llegado a nada, por lo cual es normal que la gente pierda el interés y se cree el estereotipo del “hablador de carreta”. Pero esas fueron otras épocas. Para nosotros es fundamental recuperar espacios para la discusión de los problemas de nuestra región. No queremos hablar por hablar, queremos hablar para poder actuar. Se equivocan quienes creen que discusiones como las aquí propuestas son una pérdida de tiempo. También se equivocan quienes piensan que proponer el diálogo y el debate es sólo una estrategia para prolongar indefinidamente la hora del regreso y del compromiso. Por el contrario, ésta es la única forma de motivar el retorno de todos aquellos que han dejado la región, así como también es la única forma de recuperar el capital humano que, sin haber abandonado su hogar, está siendo desaprovechado. Todos los nortesantandereanos, sin importar en donde nos encontremos, estamos luchando de forma separada por salir adelante. No existe una idea clara de lo que debemos hacer como comunidad, evidente consecuencia de nuestro desprecio por el diálogo, de nuestra incredulidad frente a la utilidad de pensar en conjunto, de nuestro temor a ser vistos por nuestros vecinos como unos ilusos soñadores.

Sólo con la intención de dar un ejemplo entre mil posibles, sin pretender generalizar, quiero hablarles sobre mi situación personal, de modo que se pueda entender la importancia que en El Faro damos a los espacios de discusión. La razón por la cual dejé mi ciudad fue la de buscar la mejor educación posible. Ya terminé mi pregrado, pero aún considero que me falta un poco más de tiempo para alcanzar lo que estoy buscando. ¿Será que si me devuelvo para Cúcuta a montar un negocio, a continuar el de mis padres o a terminar mi educación, voy a estar en las condiciones adecuadas para trabajar por la región? No lo creo. El sacrificio que representa asumir como objetivo de vida trabajar por la región, es demasiado alto como para darme el lujo de no actuar con cabeza fría. Y creo que con esta frase recojo el sentir general de muchos de los jóvenes nortesantandereanos que se han ido. Más de uno estaría dispuesto a volver si se le garantiza una oportunidad de hacer lo que le gusta en condiciones dignas. Pero para que la región esté en la capacidad de ofrecer tales oportunidades es necesario que todos, tanto el sector público como el privado, mediante un amplio y complejo debate, fijemos unas metas claras y unos procedimientos adecuados para tales fines. Así ganamos los que queremos volver, los que ya volvieron y los que nunca se han ido. Pero esto sólo se dará si nos sentamos a conversar.

Creo que de lo dicho hasta el momento es posible concluir que hay que buscar el momento preciso para volver. Este momento será aquel cuando tengamos a la mano lo necesario para que, haciendo lo que sabemos hacer, ayudemos a la región. No antes, pues así todos pierden. Las buenas intenciones se quedarían en sólo eso, buenas intenciones, y nuestros sueños, los de todos, en frustraciones. De modo que los integrantes de El Faro queremos invitarlos a participar activamente en la discusión que proponemos, la cual, es claro, no deberá prolongarse hasta el infinito; debemos estar atentos al momento preciso para materializar lo concluido. Normalmente las buenas acciones, las grandes obras, los proyectos más significativos, son el producto de discusiones juiciosas y apasionadas. Si éstas no se dan nos quedaremos sin un norte claro. Un norte que nunca hemos tenido y cuya ausencia explica mucho de nuestra situación actual. Así que les queremos decir lo siguiente: ¡no se afanen! Con este espacio de discusión estamos haciendo algo concreto que más adelante se verá reflejado en un mejor Norte de Santander, un Norte de Santander al fin con norte. Con eso estamos comprometidos.

El Faro

viernes, noviembre 03, 2006

Bonanzas y futuro.

No vale la pena que busquemos culpables puntuales en lo efímero de los proyectos de la región. La idea no es castigar al consumidor ni al productor, ni mucho menos a los propietarios de negocios y proyectos. Muy posiblemente este fenómeno sea recurrente, un círculo vicioso que se instaló en la cultura y en el colectivo del ciudadano fronterizo, personaje que se acostumbró a ver fenómenos de corta duración sin esperar de ellos nada más que su mero paso.

Precisamente este es el problema, el cambio que debemos exigirnos como colectivo, para que los fenómenos que sucedan en nuestras comunidades dejen una huella. No es necesario que estos duren para siempre, pero sí que dejen un legado con el cual la sociedad pueda dar un salto de progreso.

Existen tres claros ejemplos que a lo largo de la historia confirman esta situación; las tres bonanzas económicas del departamento, que duraron poco y no dejaron ninguna infraestructura o base para que en el futuro la región alcanzara mejores niveles de desarrollo.

La primera ocurrida entre 1870-1915, gracias al cultivo de cacao y café. Por primera vez la región reconoce su vocación exportadora y además recibe con agrado a inmigrantes Europeos. Se crea el triángulo exportador entre Cúcuta, San Cristóbal y Maracaibo. Pero esta efímera bonanza no nos dejó mucho. Nos dejamos quitar la producción de café por parte del interior del país y, el mayor logro de la época, el ferrocarril, desapareció.

La segunda bonanza fue la del petróleo (1940-1965). Tibú como campo de explotación y Cúcuta como campamento permanente. Ingenieros extranjeros, mucho trabajo para los vecinos de la región, dinero por todos lados. Los cucuteños tienen por primera vez contacto con la industria norteamericana, los carros, los artículos de consumo, juguetes, etc. La sociedad nortesantandereana alcanza un nivel de vida superlativo. Pero se acaba el petróleo, se desmontan la petroleras y hasta luego. De lo que trajeron, ni el colegio quedó.

La tercera y última bonanza fue la del bolívar (1970-1990). El poder adquisitivo de la hermana república venezolana le dio la oportunidad a los fronterizos de especializarse en el comercio. Compra y venta de todo. Los nortesantandereanos compraban sus artículos de consumo, carros y ciertos artículos de lujo en Venezuela, mientras que los venezolanos compraban ropa y zapatos en nuestra región.

Pero el bolívar se devaluó, tanto que ha llegado ha estar por debajo del peso en los últimos meses. De esta manera se fueron dos bonanzas más y la ciudad nunca las aprovechó para robustecerse de centros académicos, infraestructura o servicios.

La ciudad se comportó como los llamados “nuevos ricos”. Se gastó todo, no ahorró nada. De una forma mas gráfica y para que nos podamos identificar con algo de nuestra cultura nacional, estas tres bonanzas pasaron por aquí como las bananeras por Macondo.

Ahora que la región parece estar disfrutando de una nueva bonanza, impulsada por la confianza y las expectativas generadas por la supuesta firma del TLC y las oportunidades que los empresarios tanto locales como nacionales ven en la región, la comunidad deber organizarse para sacarle el mayor provecho. Por ejemplo: las universidades y el SENA deben involucrarse con las industrias nacientes, investigando y capacitando a las personas. La infraestructura que generemos no debe ser solo impresionante sino útil, se deben mejorar servicios en las zonas industriales y, sobre todo, se require un trabajo coordinado entre todas la zonas de la región.

De esta manera, la región fronteriza se fortalecería y podría ofrecer muchas mas oportunidades en el futuro.

El Faro (elfaro.blog@gmail.com)